El proceso de duelo de los hijos en una separación

Permitir a los padres vivir su proceso y dolor

Si los padres deciden permitirse experimentar su dolor y tomarse el tiempo necesario, estarán haciendo el mejor regalo a sus hijos. Esta actitud ayuda a reducir la ansiedad y el estado depresivo de sus hijos, ya que ellos entienden la realidad basándose en cómo la viven sus padres. En lugar de centrarnos en qué hacer con los niños, es más beneficioso centrarnos en nosotros mismos. Esto será una inversión valiosa para nuestros hijos y nos permitirá acompañarles en su proceso de duelo con mayor serenidad.

Es importante destacar que la separación de una pareja con hijos es distinta a una pareja sin hijos. El proceso de separación es más complejo, puesto que se tienen en cuenta las necesidades de los niños en la toma de decisiones. Pero los niños nunca deben ser quienes decidan sobre el futuro de la relación de pareja, ya que éste es un proyecto de los padres y no de los hijos. Debe tenerse en cuenta que la disolución de la pareja no implica la disolución de la familia. Los padres seguirán siendo padres y las decisiones que tomen no son responsabilidad de sus hijos. Es contraproducente tomar decisiones basadas en los hijos, como decir «me separaría, pero no lo hago por los niños», o viceversa. Este tipo de decisiones pesan sobre los niños, aunque aparentemente puedan beneficiarles. Los niños se sienten implicados en el problema de pareja y pueden llegar a considerarlos con derecho o incluso con la obligación de intervenir. Esto no les alivia del dolor que supone ver que los padres no se entienden. Si los padres deciden permanecer juntos sólo por sus hijos, están alargando una situación de dolor familiar. Y si se separan pero siguen manteniendo una relación negativa en nombre de sus hijos, no les permiten éstos afrontar el duelo necesario para su crecimiento personal.

Por tanto, las decisiones de los padres no deben depender de variables externas como la opinión de familiares, hijos o amistades, ni tampoco de variables circunstanciales como la edad de los niños. Los padres deben valorar el proyecto de pareja en función de sus propias características y de sus posibilidades de conseguir una buena sintonía. También deben tener en cuenta su propio proyecto de vida y el de la pareja, que quizás nunca han coincidido o ya no coinciden o no son suficientemente motivadores. Cuando estos dos aspectos están fuertes, la pareja no considera la separación como opción, a pesar de los conflictos que puedan tener. Estas dudas pueden resolverse de forma efectiva en terapia de pareja, donde, a menudo, en unas tres sesiones se pueden diagnosticar y valorar las posibilidades de continuidad de la relación. Hay que recordar que la pareja, como el individuo, está sometida a conflictos internos que deben resolverse día a día, lo que implica gestionar las diferencias y solucionar los conflictos de forma continua. Estos conflictos no deberían ser motivo de separación, sino que en muchas ocasiones pueden hacer que la pareja sea más fuerte.

Proteger a los hijos durante la separación y permitir su duelo

Ya sea que la pareja decida continuar junta o separarse, es importante mantener los conflictos alejados de los hijos, asegurando que no los presencien y, menos aún, que tomen parte. Sin embargo, nunca es una buena idea negar lo que han presenciado si no se ha podido evitar que los niños estuvieran presentes. Esta actitud les deja desconcertados, confundidos y afecta a su comprensión de la realidad, especialmente en las primeras etapas de la infancia. Nunca debemos negar las evidencias ante un niño si no hemos podido protegerle de saber nada. En estos casos, es mucho mejor ayudarles a gestionar estas situaciones.

Lo mismo ocurre cuando se produce la separación: es un hecho que hay que afrontar y no hace falta fingir que no ha pasado nada o que todo irá mejor a partir de ahora. Los hijos también tienen derecho a pasar por su propio proceso de duelo por la parte de la relación familiar a la que tendrán que renunciar. Es responsabilidad de ambos padres facilitar ese proceso de duelo. Hay actitudes de los padres y familiares que favorecen esta tarea, mientras que otros la dificultan. Hay recomendaciones importantes para ambos padres, teniendo en cuenta las características de los niños y adolescentes:

En primer lugar, hay que tener en cuenta que cuanto más joven es un niño, más vulnerable es a efectos de una separación, incluyendo el proceso de duelo por el cambio en la situación de los padres. A menudo pensamos erróneamente que los más pequeños se dan cuenta menos, pero en realidad es lo contrario. Entre el año y los siete años, son las etapas en las que se dan más cuenta de la separación y tienen menos recursos para expresarlo. Los niños tardará al menos un año en pasar este proceso de duelo y necesitarán la colaboración de los dos padres para ayudarles y animarles a expresar sus emociones. Es recomendable:

  • Animar a los niños a expresar sus emociones, dolor, agresividad o miedo para ayudarles a pasar por el proceso de duelo. Los niños pequeños a menudo manifiestan el dolor indirectamente a través de síntomas específicos en cada caso, tales como fobias infantiles, dolor abdominal o de cabeza, falta de energía, llantos sin motivo aparente, rabietas o aumento de la agresividad, cambios en el apetito o el sueño, etc. Es necesario estar atentos a estos síntomas para poder relacionarlos con el proceso de luto que están viviendo.
  • Ayudarles a comprender lo ocurrido. Explicarles la separación de forma simbólica, como a través de un cuento, y describir el estado emocional de los padres sin asignar culpas a ninguno de los dos progenitores.
  • No hacerles sentir responsables de la separación y evitar culparles explícitamente, puesto que los niños, que todavía no tienen un razonamiento lógico desarrollado, tienden a atribuirse mágicamente responsabilidades en la separación de los padres.
  • Escucharlos y permitir que expresen sus emociones, incluso si no son las que quisiéramos oír. Es necesario estar atentos a los síntomas emocionales, físicos, escolares, sociales y de conducta, y darles importancia.
  • No intentar animarlos o distraerlos a fin de que estén más contentos, ni compensarlos materialmente o con más actividades. Cabe decirles la verdad en función de su capacidad de comprensión.
  • Evitar que los hijos se conviertan en los consoladores de sus padres en un momento tan delicado como la separación. Actitudes como no querer separarse de ellos ni un instante o buscar consuelo en ellos no son recomendables. También se debe evitar dormir con los niños, aunque lo soliciten, ya que estamos asignándoles una función de compensación por la falta de la pareja.
  • No introducir de forma forzada o repentina una nueva pareja en la vida de los padres, si hay una. Antes de formar una nueva familia, ya existía una familia constituida con los padres separados, y esta entidad debe ser respetada.

Además del proceso de luto, el principal problema que dificulta la aceptación de una separación es la falta de entendimiento entre los padres y, sobre todo, las discusiones y desacreditos mutuos ante los niños. En ocasiones, inconscientemente, los padres utilizan a sus hijos como medio de comunicación cuando no se entienden o no quieren hablar entre ellos, o bien utilizan a sus hijos como tema de discusión. Esta situación es la causa de los divorcios o separaciones que los niños viven como traumáticas aunque no todos los casos son así. Por tanto, hay que distinguir entre la pareja que se separa y la familia, que no se separa. Es esencial ser conscientes de que, ante los niños, siempre somos una familia y debemos dejar de lado nuestros criterios personales o emociones en relación con la expareja. Siempre que sea posible, es recomendable que ambos padres hablen juntos y con un discurso coherente, entendiendo que han dejado de ser pareja, pero que nunca dejarán de ser padres en su conjunto.

Al mismo tiempo, la exclusión completa de uno de los padres, o síndrome de enajenación parental , sería el rechazo del otro padre llevado al extremo y es necesario realizar los esfuerzos necesarios para que no se produzca, dadas las consecuencias negativas que tiene a largo plazo en las criaturas.

En conclusión, es importante que los padres tengan en cuenta el proceso de duelo de los hijos en caso de separación y faciliten un entorno seguro para que expresen sus emociones. Es fundamental evitar que los niños se conviertan en los confidentes o cuidadores de los padres y mantener una comunicación respetuosa con la expareja en presencia de los niños. Así, se puede ayudar a los niños a enfrentarse a la situación de forma saludable y minimizar el impacto emocional de una separación. Si se necesita soporte adicional, es recomendable buscar la ayuda de un profesional, como un terapeuta familiar, para ayudarle a navegar esta transición de forma adecuada. Si lo necesitas, llámenos.

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